Katia Pacheco Báez en palabras sencillas es una joven que promete. He tenido el placer de trabajar con ella en capacidad de coreógrafo/bailarina y es un deleito ver su intepretación y creatividad de movimiento del momento que nace en ensayo a como madura en escena. Antes de trabajar con Katia, ya había escuchado su nombre de varias personas que siempre que la mencionaban resaltaban que era única como artista. Ya he presenciado esa magia que tiene y me encanta verla hacer su brujería bailando. Es lindo ver el futuro en otres y Katia con su pasión no sólo por la danza, sino también por los derechos de todes y el bienestar de nuestra Isla es la promesa que todos necesitamos sobre el arte en un futuro Puerto Rico. Esta joven artista sólo está comenzando a comerse el mundo de la danza, espero que todes tengan el placer de verla en escena en algún momento. Katia se sentó conmigo para discutir todo desde como no se imaginaba siendo una bailarina profesional a la lucha constante de la aceptación de cuerpos y estéticas diferentes en el arte del ballet clásico.
Fotografía: Yurema Feifel
¿Quién es Katia?
[Sorprendida] ¿Esas no son las que se dejan para el final?
Soy una joven de 20 años, ya mismo cumplo 21. Estoy en constante transformación; no soy la persona que era hace un año y eso está súper cool. De eso se trata, de cambiar, transformarse. Ver qué funciona y que no en el espacio en que uno está.
¿Cuéntame de tu entrenamiento y cuándo te uniste a Ballets de San Juan?
Yo empecé a bailar a los 8 años en Andanza, pero no fue en clásico, comencé con clases de jazz. Estuve ahí hasta mis 12 años, que es cuando entro a la Escuela Julien E. Blanco. Mi mamá me obligó a audicionar. Realmente no quería, no me gustaba el clásico. En Andanza y veía a las nenas hacerlo y pensaba “qué bello, pero yo pensaba que yo no podía. Soy muy eléctrica, me aburría.”
Fui a la audición. Intenté hacerlo lo peor que pude porque no quería estar en una escuela enfocada en el ballet clásico. En mi otra escuela intermedia tenía muchos más amigos y no quería dejar eso atrás. Hice la peor audición 'ever; y nada, me escogieron. [ríe]
Después de ese primer mes fui a donde mami y le di las gracias porque verdaderamente me gustó un montón. Pensaba que la disciplina no iba a funcionar en mi. Siempre he sido pa’ fuera, bien loud y pensaba que no iba a conectar. Pero me gustó un montón. Estando en la Julián pude ir a Cuba; Orlando [Carreras] logró que mi clase pudiese ir a Cuba (allí) estuve en ProDanza y eso estuvo genial.
[Exclama] Brinqué. Tengo que volver para atrás, hago eso mucho.
A los 12 años fui aceptada en la Escuela Julián Blanco donde pasé de nivel 1 a nivel 3. Cuando me aceptan en el nivel 3 de ballet clásico, me percato de que no estoy al nivel y que debía ponerme en las pilas. Por lo cual me matriculan en la Escuela Ballets de San Juan, allí naturalmente voy progresando, me uno al grupo del taller [personas que entran y encaminan usualmente con el propósito de que entren a al compañía de Ballets de San Juan] y participo más en producciones de la compañía en la cual actualmente sigo participando como estudiante.
Al graduarme de la Julián, participé en la primera edición del intensivo de Ballets de San Juan. Al culminar el mismo le ofrecen contrato a Crystal Alvarado, a Camila Maylee y a mi. En ese momento no había pensando que hacer luego de graduarme, pensaba que iba a entrar a la universidad, dedicarme a una carrera en periodismo y a escribir. Fue sorprendente y emocionante para mí, que me ofrecieran la oportunidad de tener entrenamiento profesional de ese calibre. Así que dije “vamos a hacerlo”. Honestamente, en ese momento no pensé que me ofrecerían un contrato, me visualizaba únicamente participando del taller.
Agradezco tener la oportunidad de desempeñarme como bailarina profesional y como estudiante de periodismo. Creo que poder bailar me ha mantenido sana durante mi vida universitaria. Si estuviera de lleno en la universidad creo que no estaría bien, no estaría feliz.
¿Así que no te visualizabas con una carrera profesional como bailarina?
Realmente no era mi plan. Tener la oportunidad de participar de ambos mundos como bailarina y como estudiante de periodismo ha sido lo mejor. Estar en espacios donde comparto con personas que no conocen nada sobre el ballet es interesante, ya que puedo educar, crear espacios de intercambio. Y para mi de eso se trata. Si no se cruzan los espacios las cosas no funcionan. Funcionan sólo para algunas.
Y ahora que eres una profesional, ¿qué planes o aspiraciones tienes?
No voy a hablar de cosas concretas porque me da miedo hablar de esa manera. Van y no pasan. Además puede que planifique algo y suceda de otra manera. Como mencioné anteriormente, quiero seguir desarrollándome en el ballet, aunque no necesariamente como bailarina, por ejemplo, actualmente también estoy enseñando. No veía la educar como parte de mi carrera, y es un aspecto que disfruto mucho. Aprender de mis estudiantes me vuela la cabeza. Relacionarme con ellos muchas veces me ayuda a desapegarme de las preocupaciones de mi vida cotidiana, fluir. Puedo visualizarme enseñando en mi futuro.
Por otra parte, me gustaría estudiar los bailes afro-descendientes y los cuales han sido herramienta de resistencia sociopolítica en el Caribe. Quizás combinarlo con el periodismo y transformar ese interés en una investigación.
Lo que sí puedo decir de forma concreta es que seguiré viviendo aquí.
¿Te verías en un rol de liderazgo? Como directora o portavoz de una comunidad.
Creo que sí porque me interesa ver la danza de otros lugares. Me gustaría explorarlo y ver si puede ser también una exploración colectiva, no dejarlo solamente en mi. Me veo creando algo con otra gente. Es necesario crear cosas nuevas. Pero por ahora lo veo, no como una decisión, sino que algo que surgirá naturalmente si se da.
Mencionaste tu interés de las danzas de origen o influencia africana, ¿qué tu dirías al argumento de que la base es el ballet?
Empecé bailando merengue con mi familia en las Navidades. Así que para bailar, el acercamiento puede venir de lugares diferentes. El ballet es otra cosa, es institucional. El movimiento está vinculado a nuestra humanidad y a nuestro instinto animal. Nos dejamos llevar por sensaciones y por el espacio. No necesitas estar en medias, zapatillas y puntas para decir que bailas.
Creciendo como bailarina, ¿te viste representada en escena?
[titubea]
No estoy segura, tengo que pensar. Si hay que pensarlo es que está difícil, porque no hay representación. Cuando tienes que cerrar los ojos y sentarte para atrás a pensar es que no.
No hay mucha gente como yo en escena. En Puerto Rico pasa. Debemos crear un espacio para dejarnos sentir en escena y decir “estoy aquí”. Para mi, es bien importante salir con el pelo rizo en escena. No sólo porque me ayuda a sentirme libre, feliz y en paz conmigo misma. También porque sé que hay gente sentada en el público que necesita ver gente como yo en escena.
Si puedo ser esa persona. Es un montón. No sé. Ponerme en los zapatos de una niña de 4 años que pueda pensar: “Mira se parece a mi”.
El ballet sigue siendo una institución blanca en su origen y debemos cambiarlo porque no todos somos blancos. Crear el espacio y seguir creando para que personas negras nos veamos en escena, que estemos ahí. “No nos están dejando vivir, o se nos está haciendo bien difícil vivir, pero estamos bailando.”
¿Creciste consciente de algún tipo de prejuicio en contra de ti por tu color de piel?
Mi familia es negra, inmigrantes de República Dominicana. Siempre se ha sentido rara estar en espacios blancos. Estudié en un colegio donde la mayoría de las familias eran blancas y tenían chavos. Eso se siente. Te tratan raro. Me decían: “sabes que siempre puedes venir aquí si pasa algo en casa o necesitas ayuda.”
Crecí con el concepto de que el pelo suelto afro hay que “lavarlo”. Asocian el afro con la higiene y hasta con el nivel de profesionalismo.
Las personas no son conscientes de lo que pueden percibir los niños. Pueden llevarte a sentir que no perteneces en un espacio o un lugar o en un momento. Sentir eso desde chiquita motiva a uno a exigir un espacio y exigir una vida.
Mi mamá me enseñó a exigir el respeto de los demás. Si pasa ahora, que surgen comentarios o veo otres creando un espacio hostil para personas como yo, me molesto. Ahora la diferencia es que no me quedo callada. Si acaso cuando niña lo hacía, ahora no. Es importante tener este tipo de conversaciones dentro de esos espacios en los que nos sentimos incómodos y fuera de ellos por igual. Muchas veces esos espacios están diseñados por un sistema que tiene racismo institucionalizado, pues entonces hay que hablar fuera de ese espacio y crear un espacio donde podamos existir y exigir cosas.
¿Lo sentiste en el ámbito de la danza?
No del todo.
Para algunos shows independientes te piden plancharte el pelo para no “llamar tanto la atención”. Que yo lleve mi afro no va a afectar la manera en cómo me muevo; si esa es la verdadera preocupación.
Tener la valentía para enfrentar el racismo en espacios de trabajo, el hecho de que sea trabajo no significa que me van a privar de mi derecho de existir libremente en este país. Es importante discutir estos temas, y educar a las personas que dirigen y trabajan en estos espacios. Evitarlas porque les parecen incómodas, lo que genera es un ambiente hostil.