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KAREN LANGEVIN OSORIO

IMPROVISANDO LO IMPOSIBLE

Los ojos claros de Langevin penetran cualquier espacio. Su experiencia de vida se sienta sobre sus hombros como algo refrescante en vez de carga y lo demuestra con una carcajada ante las preguntas que le sorprenden y sus propias memorias que le recuerdan lo atrevida y apasionadamente que vive su vida. Yo he seguido la carrera de Langevin de lejos desde mi regreso a Puerto Rico en el 2014. La primera vez que tuve el placer de verla en escena fue acompañada de Nibia Pastrana en Casa Ruth Hernández en Río Piedras. Varios años después nos reunimos en este mismo sector de San Juan para discutir danza, improvisación y la maravilla del cuerpo. 

¿Cuál es tu relación con la improvisación?

Improviso. Lo que me interesa es trabajar con conceptos imposibles y crear piezas a través de esos conceptos. Ahora mismo estoy trabajando en una pieza llamada “Mamífera” que estrena en mayo donde estoy experimentando con las congruencias entre el amor, el sexo y la comida. Es una pieza con muchos matices, compleja, aunque su formato sea simple.

Uno de las conceptos con el que estoy experimentando, por ejemplo, es deconstruir el acto sexual. Mi finalidad y mi deseo es que no se lea como algo sexual pero que embellaque y no se entienda porque. Busco deconstruir lo que es deseo, placer, deconstruir nuestros cánones sociales sobre el sexo, la comida y el amor. La improvisación es vital en mi trabajo. Trabajo conceptos, improviso sobre ellos, pero nada es fijo. Aunque la pieza tiene un principio, un medio y su final cada vez puede ser completamente diferente.

Hablando del tema, en tu carrera, ¿cuán vital ha sido tu conexión con el placer?

Central. En un momento dado pensé dejar de bailar porque no me estaba dando placer la insistencia y el manejo del entrenamiento del bailarín. Yo creo que estamos haciendo adelantos en cuanto a eso. Voy a cumplir 56 años. Mi trayectoria es bien larga. He hecho de todo. El entrenamiento hace 30-40 años atrás tenía mucha mano dura. Te decían todo lo que no tenías y eso no es placentero. Lo viví por muchos años y hubo un momento en mi vida que pensé, sabes qué, ¿para qué estoy haciendo esto? Yo quiero ser artista porque me da placer, y pienso que tengo algo que decir y compartir. Ese fue el momento en que adentre en la improvisación y comencé a cambiar mi entrenamiento. Se da la coyuntura con el estudio de la Técnica Alexander. Comienzo a mirar y entender el cuerpo desde la integración, inteligencia, placer y conocimiento funcional. Eso me cambió la forma de ver el movimiento, la forma de ver la danza y el entrenamiento. Yo dejé de coger clases de baile por completo y me dedique a la improvisación, practicar la Técnica Alexander y poco después empecé a practicar yoga. Ahora soy maestra de la Técnica y de yoga “a lo Alexander”. Llevo alrededor de 30 años enseñando y practicando.

El placer es esencial para todo en la vida. No es un placer de bacanal. Con este tipo de placer, también hay responsabilidad. Saber decir, ¿dónde transo? Esto me da placer, esto me incomoda, es mi responsabilidad escoger si quiero pasar la incomodidad para llegar al placer nuevamente. Es un toma y dame, porque la vida es “sorrow and joy”. Lo interesante es como uno transita y baila con esos dos opuestos. Para mi eso es lo que hago en mi trabajo.

¿Cómo es tu relación con la disciplina que toma ser un artista que se autogestiona?

Los días que no quiero hacer nada me doy el permiso de no hacer nada, pero desde niña, he sido bien disciplinada. Eso ha sido a mi favor. Desde el compromiso que tenía para llegar a clases cuando era más joven que hasta presionaba a mis papás para que me llevaran. Tengo una gran disciplina para todo lo que me apasiona. Incluso, a veces a mi detrimento, para lo que no me apasiona. Porque también soy bien estructurada. Yo todavía tengo mis maestros y maestras, de yoga, de Alexander y de danza de los cuales sigo leyendo y practicando sus enseñanzas. Esa transición de ser esclava a un coreógrafo o maestro más formal a artista independiente se me hizo bien fácil porque ya yo estaba harta. Harta de que me dijeran cosas que para mi no valían mucho y que de verdad no me estaban ayudando a crecer. Cuando abrí la puerta al estudio del cuerpo y la mente en toda su maravilla, desde lo físico a lo emocional y lo espiritual; cuando yo abrí esa puerta, que defino como la puerta del “awareness”, no fue una gran crisis. Estaba a punto de dejar mi práctica con el cuerpo. Ya no me estaba dando placer y me lo estaba cuestionando, ¿para qué me estoy montando en un escenario? ¿por qué? ¿para quién?

Al encontrar estas maestras de la Técnica Alexander, de yoga y de otras modalidades, me vuelvo a enamorar del movimiento. Es entonces que tengo una revelacion sobre lo que realmente es el baile; una manipulación minuciosa y estudiada sobre el espacio y el tiempo. ¡WOW!

Espero estar toda la vida investigando esa inmensidad.

Es aquí que comienza mi amorío con la improvisación y como soy tan estructurada, y levemente obsesiva, aproveché y cogí cuánto taller había, leí y sigo leyendo cuanto libro hay sobre la improvisación como modalidad del baile pero también como filosofía. Es una rama enorme como cualquier otra. Hoy en día trato de bailar todos los días y sigo cogiendo talleres cuando puedo. Si no puedo, no pasa nada. Hago mi yoga todos los días. Me mantengo ágil. Leo mucho. Soy madre de dos hijos que son brillantes artistas y me tienen al palo todo el tiempo.

¿Para quién bailas?

Hace unos años te hubiera dicho para mi. Ahora te digo que lo hago para crear comunidad. A mi me interesa mucho crear eventos donde la gente venga a ser tan responsable como yo a lo que están experimentando. Me llena muchísimo experimentar que estoy creando un espacio donde surge una comunidad en esa hora, hora y media, o solo quince minutos. ¡Es mágico! Deseo que cuando se vayan le den comida al coco con lo que vieron y sintieron.

Sueles estar en tus producciones sola, ¿Cuál fue tú primer evento o performance sola?

¿La primera vez que estuve en un escenario sola? Me imagino que me estaría cagando encima. (se ríe)

 

Eso hace muchos años. Ya ni me acuerdo. Lo voy a pensar. Imagino que estaría bien nerviosa porque yo sufría mucho de nervios. Cuestionando porque lo estaba haciendo.

 

Ya no pasa, me pongo nerviosa de emoción.

Aunque me gusta trabajar en grupo, la mayoría de mi trabajo es uni-personal.

Fotografía por Laura Magruder

Karen Langevin en Augur. Fotografía por Laura Magruder.

Cuéntame sobre tu relación con la danza.

Yo fui obligá. Mi mamá quería que yo cogiera ballet. Fue horrible. Yo no tenía el cuerpo de ballet, no me gustaba el ballet.

Un día yo salgo de una clase de ballet y están dando una clase de flamenco y me conecté. Quería el traje, las castañuelas, el zapateo, todo. No duré mucho, pero creo que ese fue mi primer amor. Seguí en el ballet porque no habían muchas otras alternativas. Yo era media tomboy, cogí judo, me pasaba en la calle. El ballet era muy limpio, muy rosita, pero mi mamá persistía.

Después, además de coger flamenco, cogí danza moderna y tap, que me encantó. Empecé a coger danza moderna con una mujer que se llama Sophie Sanfiorenzo, incluso estuve en su compañía, fue mi primera. Eso fue alrededor de los ‘70, y en el ‘81 me fui de Puerto Rico a estudiar. Sophie traía una variedad de estilos de danza de lo que ella estudiaba afuera, desde Horton y Cunningham a Fosse, me dió una base muy buena para seguir estudiando en NYC.

Luego me fui a Nueva York a estudiar y me metí a Alvin Ailey, ahí estudié Dunham y danza africana. Me llegaron a ofrecer beca pero nunca se dió porque era muy joven y mis padres me sacaron de allí. Ellos se mudan a Arizona, lugar que no me interesaba, por lo cual me voy a California y hago un bachillerato en Long Beach State, un bachillerato de Danza y Antropología. Allí cogí de todo, mucho Cunningham en esa escuela y MAS ballet.

Pero en el ‘81 también había tenido una lesión grave en la rodilla por un accidente de patineta. Me operan en Arizona, donde se habían mudado mis padres. El médico me dijo que no podría bailar. Que podía coger un clase aquí y allá, pero que me olvidara de una carrera. Depresión total, mi sueño era bailar en una compañía y estaba entrenando para eso.

Es entonces que conozco la Técnica Alexander, a los 17 años. Eso me cambió todo. "I feel like I started dancing then”. Nunca más he tenido un problema con la rodilla. He seguido bailando. Incluso, muchísimos años después me encontré ese médico en una conferencia para maestros de la Técnica Alexander, ¿irónico, no?

Luego de tantos años practicando y enseñando la técnica Alexander, ¿cómo la describirías a alguien que no la conoce?

Es una herramienta. No es una terapia. Tiene fines terapéuticos porque la gente se siente mucho mejor. Realmente es un sistema educativo, los maestros de la Técnica Alexander enseñan como usar el cuerpo con mayor consciencia, más inteligencia, menos tensión, más integración y coordinación. Es un trabajo donde se utilizan tanto las manos como instrucciones verbales para educar. Es un trabajo único. Lo considero integración psico-física, yo lo llamo un “thinking technique”. Siento que lo que estoy enseñando tiene que ver con aprender a pensar el cuerpo. Por eso es que te puede dar tanta paz. Tú aprendes como tu cuerpo aprende. Cuando aprendes eso, también te das cuenta de todos tus patrones. Porque el patrón no es solamente físico, muchas veces es más mental que físico. Cuando tienes a la mano tu mente y tu cuerpo integrados ocurre magia. Pero vivimos en un sistema que se pasa dividiéndonos. Con solo estar en la calle y observar, te percatas que la mayoría de la gente lleva el cuerpo por un lado y la mente por otro. La Técnica es una herramienta, la usas si quieres, es una opción. Lo bonito de la Técnica es que no hay una manera correcta. “It’s not about being right or about being wrong, it is about being”.

¿Qué te llama la atención de un bailarín en escena?

“I wanna’ see their soul”. Eso es lo que me interesa ver cuando veo gente moviéndose. “I don’t care about anything else. I don’t care if you can put your leg up your ass. I wanna’ see soul, I wanna’ see that you're actually sharing something of you with me”. Es lo mismo con el músico. Yo quiero escuchar ese ser humano, todos somos únicos, somos una maravilla y todos tenemos algo que decir. Para mi el arte es eso. Es el vehículo donde cada ser humano puede decir y aportar algo. Cuando nos ponemos muy técnicos se jode la cosa. La técnica es muy importante, pero la técnica es una herramienta, como todas las otras. Es una herramienta para facilitar. Yo pienso que a veces la técnica se vuelve “the thing’. Y como dicen, ‘when you name the thing you ruin it’.

Me da mucha pena ver que en muchas partes del mundo no se valora la importancia que tiene el arte para el ser humano. Porque desde que somos estamos haciendo y creando a través del arte, afirmando y construyendo comunidad y conección.

¿Te consideras una persona creativa?

(se ríe a carcajadas)

Más que creativa, me considero una persona “nimble of mind”. Me siento que tengo una mente ágil. Veo y percibo muchas cosas en una. El árbol no es solamente un árbol. La montaña no es solamente una montaña. El cuerpo no es solamente el cuerpo. Eso lo disfruto muchísimo. “I have a lot of fun with my mind”. Me paso inventando cosas que me reten, trabajando con conceptos imposibles. “There’s no way I’m gonna get it, but I’m gonna try”. Eso me encanta.