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NAYARET CANDELARIO SOTO

SIEMPRE VISIBLE

Nayaret Candelario Soto es una de esas pocas bailarinas cuya intensidad en escena te llama tanto la atención que olvidas todo lo demás que está pasando. Esto la ha hecho resaltar en todos los espacios donde comparte su arte, incluyendo Claroscuro donde somos colegas. Conocí a Nayaret en un intensivo de danza y nunca olvidaré durante una clase con Arleane López, reconocida bailarina y maestra de contemporáneo, corriera en diagonal a caer en un squat a pies de mi y que su enfoque, pasión y proyección me dieran como un bofetón en la cara. Presenciar esa potencia es un salón de clase es raro, y el que la ha visto sabe que en escena se triplica. He presenciado el crecimiento de Nayaret no sólo como bailarina, sino también como gestora de la danza y las artes. Su pasión por hacer el arte una carrera viable para nuestra y futuras generaciones es la razón por la cual le tengo tanto respeto. Durante esta cuarentena nos sentamos a hablar de pasados y futuros proyectos, nuevas oportunidades que le han surgido y las dificultades que ha enfrentado durante su carrera.

¿Quién es Nayaret Ennovi?

Soy artista, emprendedora y gestora cultural. Creo que eso define la mayoría de mis mapas.

¿Cómo ha sido la relación con tu cuerpo y con la danza en esta cuarentena?

En esta cuarentena ha sido difícil porque yo soy una persona que me aprendo las cosas rápido, de contacto y de estar presente en el momento. Tengo varios trabajos, pero cuando estoy en uno estoy lo más presente y cuando salgo entonces me enfoco en el otro, trato de no mezclarlos. El principio de la cuarentena fue como una montaña rusa, porque variaban las semanas. Había unas semanas bien intensas de trabajo en Lote 23, donde hago mercadeo, y había otras que tenía mucho trabajo con Andanza grabando vídeos. Nunca pude dividirlo como antes de la cuarentena, que tenía mi día súper definido.

Mi cuerpo cambió completamente. Al principio de la cuarentena estaba tan ocupada en Lote que no quería entrar al mundo virtual, se me hacía súper difícil... Aún se me hace súper difícil. El internet, aprenderme algo al revés. Decidí solamente coger yoga. Había empezado con Andanza que nos incluía una clase en nuestro entrenamiento, pero luego decidí coger más clases a la semana. Es lo único que me ha ayudado a bajar [el estrés], a concentrarme. ¡A decir que estoy haciendo ejercicio! (Se ríe) Para no sentirme que he estado sentada todo el día en la computadora.

Ya cuando se flexibilizó la cuarentena empecé a caminar con mi mamá, pero ha sido un reto. Muchas personas creen que a mí me encanta hacer ejercicio por la estructura de mi cuerpo. Pero no, ¡yo odio hacer ejercicios! A mí me entretiene hacer ejercicios y hacer baile. Pero no es como que va a salir de mi invitarte a correr o hacer push-ups. Un día trate de hacer kickboxing, hice diez minutos y no pude, porque no tenía el equipo. Me encanta el kickboxing y me encantan las clases, pero no es lo mismo virtual.

Hace poco te uniste a la compañía Andanza, pero la pandemia interrumpió tu primera puesta en escena con ellos, ¿qué te gustaría lograr con esta organización?

Andanza era un sueño que yo tenía desde adolescente. Ser parte de una compañía. Y cuando por fin formo parte de una compañía como esta, no pude tener el estreno teatral. Pero estrené con ellos virtualmente, lo cual fue súper chévere porque pude ver como se expresaba cada cual y el movimiento de cada uno. No me había hecho esa pregunta, pero sí siempre he tenido unas expectativas como bailarina y me gustaría que pudiesen hacer una coreografía con mi cuerpo, inspirada en mí. Y me gustaría ser una de las bailarinas pilares de la compañía.

¿Cómo surgió tu iniciativa de ArtNova?

En mi último año de universidad, estaba estudiando relaciones públicas, y cuando estoy acabando mi bachillerato están buscando una muchacha para el departamento de mercadeo en los Supermercados Selectos. Me hicieron la entrevista y comencé a trabajar con ellos, (haciendo el shopper) y cuando pasó esto tuve que decidir [entre] dejar de bailar “full-time” para dedicarme a esto, porque era un trabajo de 9 a 6 pm. Lo intenté, me gustó, tuve mis altas y bajas. Pero llegó un punto que ya yo extrañaba bailar y quería hacer otras cosas.

Recuerdo como ahora que yo llegué a mi casa llorando. Mi madre me preguntó qué me pasaba, y le dije: “esto no es lo que quiero hacer, estar metida en un cubículo.” Me puse la tarea de que si dejaba ese trabajo era porque iba a encontrar la manera de vincular mis dos pasiones: el baile y el mercadeo. Ya en esas semanas Solimar y Militza, dueñas de Beyond Dance Studio, que nos tenemos mucho cariño porque básicamente crecí allí, me habían ofrecido para manejarle las redes sociales. Comencé a manejar las redes sociales a ellas y ahí empezó el "boom" de "social media manager". Cogí una certificación en línea, cogí todos los talleres que encontré y cuando me sentí preparada renuncié a Selectos y comencé a ofrecerles servicios a escuelas de baile.

Ahora estoy más en la transición de educar y dar talleres de mercadeo a los dueños de estudios de danza porque, como sabemos, la industria de las artes suele tener presupuestos limitados. Y el manejo de redes sociales conlleva una inversión de dinero. Le resulta mejor a un dueño de estudio de danza, económicamente, que le eduque sobre manejar sus redes que yo se las corra. Todavía tengo algunas cuentas con ciertas escuelas y a otras le ofrezco talleres o algún tipo de consultoría. Eso es ArtNova resumido.

Si pudieras visualizar en lo que ArtNova se podría convertir, ¿a dónde te gustaría llegar con la organización?

Esa contestación la tengo súper clara. No sé si llegue a pasar, pero toquemos madera. Para mí, me gustaría que ArtNova se convirtiera en la agencia de publicidad de las escuelas de baile o de las artes en Puerto Rico. Eso es en lo que yo quiero que se convierta. Eso dicho, esta industria no suele tener el dinero necesario para el mercadeo. Me gustaría convertirme en una agencia que ofrezca los servicios de mercadeo a las artes a un costo mucho menor de lo que cuesta. En los servicios se incluiría desde conseguirte una entrevista en un periódico a conseguir un "influencer" que se vincule con tu organización. Utilizo de ejemplo Parallel 18 e Inversión Cultural como organizaciones que me inspiran.

Para mí el mercadeo es clave en que las artes consigan el público que necesitan. Muchas compañías están luchando para llenar los teatros, pero suelen poner a un lado el aspecto del mercadeo que es tan importante y requiere una inversión grande de tiempo y dinero.

¿En algún momento te has sentido invisible como bailarina?

¡Ah, claro! ¿Quieres que te las cuente? (se ríe) Claro que sí. ¿Quién no? No sé, creo que todo el mundo en algún momento se ha sentido invisible. Creo que es parte del proceso y algo que te ayuda a madurar. Pero, por [distintas] razones, desde ser latina, ser negra, tener las condiciones o no tener las condiciones me he sentido súper invisible.

Como te dije, yo llevaba años tratando de entrar a una compañía aquí en Puerto Rico y nunca encajaba por X o Y razón. Sí, pero no... Pero sí, pero no...

Más específico, hasta en una audición uno puede sentirse invisible.

¿Cómo has enfrentado esos momentos para no dejar ir la danza? ¿Qué te mantenía motivada?

En mi caso, siempre he sido una persona que he tenido mil cosas a la vez. Por poner un ejemplo, yo estaba durante la universidad en el “dance team”, en natación y entrenando con una compañía [de danza]. Recuerdo, en una conversación con unos amigos, me dijeron: “Ellos no te ven en la compañía porque tu tienes tantas otras cosas; estás tan envuelta en el “dance team”, que no piensan que tienes un compromiso con la compañía”. Y para mí eso fue tan sorprendente, porque para mí, ¡mi compromiso era bien claro! Yo iba a clase [con la compañía], me iba a coger clase en la universidad, volvía a coger más clases. Pero el mismo amigo me dijo, “Nayaret, aquí ponen a la persona que esté. Si no estás no te van a poner”.

Y entonces me propuse un año de estar presente. Estaba todos los días, me quedaba hasta el final. Me ponía al frente en clase, que no me gustaba hacer. Entonces empecé a notar el cambio, y empezaron a preguntar por mí y procurar por mí. Me fue bien claro que tenía que estar presente si quería que me vieran. A eso incluye comer saludable, ponerme estratégicamente en el salón para que me vieran trabajando. Funcionó, pero fue bien agotador. Porque llevaba años dedicándome a esto y buscando demostrar mi esfuerzo y no era hasta ahora que me empezaban a considerar para oportunidades de papeles y una posición en la compañía.

Mi consejo para esa persona que tal vez se siente invisible es que se ponga para la tarea. A veces uno piensa que lo está haciendo, que está ahí y a lo mejor no es necesariamente como lo ven los demás. La gente asume mucho y en mi caso, que siempre ando en tanta cosa, asumen que ya tengo otra cosa que es más importante o en la que me enfoco más, pero no. No me preguntan.

Hay que estar súper presente cuando quieres una posición. No tienes que ser “lambe ojo” (se ríe), pero sí mostrar que uno quiere estar ahí. Y si te cogen para la posición, entonces trabajar más todavía porque te toca descifrar la dinámica de la compañía.

Algo que yo he venido a aprender ahora: en Lote 23 yo tengo una asistente, pero antes de ser asistente fue “intern”, y en ese período de “intern” no se le pagó. Que uno está de bailarín trabajando, demostrando que quieres estar sin que te paguen, y puedo contar con una mano las veces que me ofrecieron retroalimentación. Muchas veces suponen pero no te preguntan y a final de semana o de mes no te dicen nada. Estás ahí a lo que pase. Ahora que yo miro para atrás pienso, cuantos años yo estuve trabajando gratuitamente, gastando de mi gasolina y no me daban retroalimentación. Algo tan sencillo como, “no hay fondos pero estás haciendo buen trabajo” o “te tengo en mente para contrato el año que viene”. Me pasó en varios espacios. Está fuerte porque uno lleva una vida entrenando. Estuve 8 años en la Julián E. Blanco; ya en “high school” estaba bailando con una compañía, luego cambié a otra y comoquiera dudan del compromiso de uno. Es difícil.

¿Hacía dónde tú crees que nos dirigimos como industria?

Antes de la pandemia, o poniendo eso a un lado, lo primero que hay que reorganizar es la unión entre artistas. Especialmente entre la danza. Ese gremio de danza. Los actores tienen su asociación, o algo parecido, y pues lo mismo para la danza. Para mí es lo número uno, porque a través de ahí podríamos asegurar que no hayan funciones de dos compañías en la misma semana, asegurar paga equitativa y asegurar beneficios para la industria. Número dos, es buscar la manera de generar dinero para las artes y para la danza. Para mí no hace sentido que dentro del Instituto de Cultura no haya un departamento designado para danza. Estamos dentro de Artes Escénicas y dentro de eso hay tantas ramas que nosotros ocupamos un pequeño espacio y quedamos en el olvido.

Siento que antes de la pandemia íbamos mejorando muchas cosas. Habían compañías haciendo alianzas con entidades privadas y recibiendo apoyo de organizaciones grandes como AT&T. Se veía cómo la industria creativa estaba evolucionando, pero queda un camino largo para la industria de la danza.

¿Has enfrentado discriminación durante tu carrera?

Sí. Quizás un poco diverso. Por la estructura de mi cuerpo, por el color de mi piel, por mi altura. Recuerdo en quinto grado, cuando entré a la Julián Blanco, (uno tiene como 10 años) me mandaron a rebajar. Recuerdo mami haciéndome las comidas.

Me ha pasado por el color en cierto nivel, para vernos un poco igual me tenían que poner más polvo blanco porque éramos las Sylphides. Que maestros te miren de arriba a abajo y te digan, “hoy comiste”.

En audiciones muchas veces veo como poco a poco descartan al talento de color. Cortan a los negros. A mí me dejan porque pues no me categorizan como negra sino como “latina looking”, pero pronto después me cortan. Uno ve a las personas que quedan y son blancos.

Me acuerdo que también los estándares fueran diferente para hombres. Uno de mis mejores amigos, que es bailarín también y estudiaba conmigo en la misma escuela, le dejaban coger sol porque lo consideraban negro, pero a mí me decían que no fuera a la playa porque me podía quemar. ¡Yo iba a la playa comoquiera!

Creo que más que discriminación por mi color de piel, todos los comentarios sobre el cuerpo ha sido lo que me ha chavado la mente. Quizás en Puerto Rico he sentido el estereotipo limitarme por el cuerpo. Afuera si he sentido la diferencia por el color de piel, pero aquí el factor del cuerpo ha sido lo que más me ha afectado.

En el mundo de la salsa, fue lo opuesto. Cuando competí, llegué y sentí que estaba súper “set”. ¿Por qué llevo tantos años torturándome? (se ríe)

Mientras crecías, ¿te sentías representada en escena?

No. Cuando yo estaba en la Julián Blanco nos llevaban mucho a ver compañías clásicas. Si querías ver a Andanza, tenías que ir por tu cuenta. Dentro de esos ocho años, todos los años veía Cascanueces y luego entré a Ballets de San Juan. A medida que iba a ver producciones nunca me sentía representada. La única bailarina “negra” que veía constantemente era Barbarita [Hernández] y ella mide cinco pies. Yo soy una mujer de 5’7” negra. Era bien difícil. Todas mis amistades son bajitas y las mujeres que estaban bailando eran bajitas. Yo no tuve ese contacto visual de ver a Vesna [Lantigua] bailar hasta mucho más tarde. Las bailarinas que veía eran muy diferentes a mí, desde las condiciones que tenían a su color de piel.

¿Eras consciente desde esa nena de quinto grado, lo difícil que iba a ser para ti en el ámbito clásico? Pensando que tenías estas cosas “en contra de ti”.

Siempre fui bien consciente porque a pesar de todo eso negativo, mi maestro, mami, también Michi y Soli [Militza y Solimar Arzola] me hicieron entender que eso era lo que me iba a ayudar y me iba a hacer diferente. Siempre he sido una mujer y bailarina segura. Y eso me ayudó muchísimo. Tenía muchas amigas con muchas condiciones más, pero yo sabía que cuando saliéramos a escena se iban a acordar de mí. Porque yo era la negra alta, con ojos achinados, con presencia y una sonrisa puesta siempre. Siempre estaba claro que, en mi caso, iba a ser: o solista porque no encajaba con el cuerpo de baile o que me escogieran en ciertas piezas nada más porque iba a resaltar demasiado. Y pasó a cierto nivel, porque hasta con coreógrafos invitados me escogían como solista porque era diferente. Cuando trabajé con CoDa 21 la cosa cambió un poco porque allí la mayoría eran altas y la dinámica de compañía era diferente.

Si fue un choque para mí porque aunque en la Julián yo trabajaba duro y estaba clara lo que me hacía diferente, cuando me gradué de la Julián tuve como un vacío porque no tenía ninguna oferta segura de trabajo. Y nadie me preparó para eso. No sabía cómo audicionar fuera de Puerto Rico o hasta aquí mismo. Tuve un tiempo que no sabía dónde buscar. Lo aprendí mucho más tarde, pero me hizo desarrollar mucha paciencia y me ha hecho la bailarina que soy hoy día.