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CLAUDIA ORTIZ ARRAIZA

BAILANDO EN LA DIÁSPORA

Claudia entra a Latte que Latte, “coffeeshop” localizado en la Avenida Domenech, y saluda a los empleados como si fueran familia. Sus rasgos indígenas resaltan aún más en contraste con su estilo de vestimenta europeo. Su sonrisa brilla en contra de su piel canela y solo se va de su cara cuando está pensando mucho en algo. La bailarina de 29 años lleva fuera de Puerto Rico casi diez, y en su tiempo fuera ha trabajado con 3 compañías y bailado desde repertorio clásico a trabajos de coreógrafos contemporáneos de renombre como Jiří Kylián y Nacho Duato. Claudia se sentó conmigo un rato para compartir sus vivencias fuera de Puerto Rico.

P: ¿Dónde fue tú entrenamiento y cuál ha sido tu experiencia profesional?

C: Yo empecé a bailar en Balleteatro Infantil de Nana Hudo, en Santurce, Puerto Rico. Era un academia de baile muy creativa. Cerró cuando tenía 12 años y ahí entré al Conservatorio de Ballet Concierto con Carlota Carrera hasta los 16 años, que fue cuando entré en la compañía de Ballet Concierto de Puerto Rico. Ahí estuve 4 años y luego estuve audicionando para bailar fuera de Puerto Rico alrededor de año y medio. Me fui a bailar en la Ópera de Munich en el 2010 y ahí estuve 4 años hasta que me fui a una compañía contemporánea en Wiesbaden, Hessisches Staastballett en la cual estuve dos años. Luego trabajé “freelance” alrededor de dos años y a la vez con la compañía de Richard Siegal que se llama Ballet of Difference, y que ahora tiene un apoyo financiero de la ciudad de Colonia, donde estoy presentemente.

P: Bailas con Ballet of Difference de Richard Siegal, ¿cómo terminaste en esa compañía?

C: Fue un poco como una obra del destino. Yo hice un pieza de Richard Siegal en el 2011 en la compañía joven del Bavarian State Ballet. Hice una pieza que se llama ‘New 45’, la cual ya estaba montada, pero vino un repetidor a montarla y me escogió para el “cast”. A su vez hizo un estreno llamado ‘Unitxt’ en Munich en el 2013 en la cual era “second cast”, pero una de las bailarinas se lastimó y yo tuve que entrar la semana del estreno, aunque en el elenco habían sólo solistas y principales, y yo estaba en el cuerpo de baile. Ahí nos conocimos de verdad, trabajando y, luego, él viéndome en el escenario. Después de eso me voy a Wiesbaden y él iba a crear una pieza esa temporada. Yo no lo sabía cuándo firmé el contrato, pero me dejaron saber que estaría creando una pieza en el 2015. Cuando me fui de Wiesbaden me contactó para saber si estaba dispuesta a unirme a su compañía, la cual no estaba completamente materializada. Era una idea. Él fue construyéndola poco a poco.

P: Fuera de Puerto Rico has sido artista “freelance” y has sido bailarina de compañía, ¿cómo compararías la experiencia? ¿tienes una lista de pros y contras?

C:

La pregunta está bien interesante porque últimamente he estado pensando mucho en eso y no he creado una lista de pros y contras todavía. Hay muchos pros en estar una compañía. Tienes un sentido de comunidad. Tienes gente alrededor tuyo que están haciendo lo mismo que tú, los ves todos los días y desarrollas una relación de trabajo y puedes ir creciendo con el trabajo. Ahora que estoy con un coreógrafo vas creciendo con el coreógrafo y, a la vez, él va creciendo contigo. Hay más confianza porque puedes desarrollarte profundamente con una persona.

Hay una diferencia entre estar en una compañía de repertorio y estar en una compañía con un sólo coreógrafo. Yo estuve en tres compañía de repertorio. Ahí los pros son que puedes bailar coreografías de distintos coreógrafos reconocidos; puedes trabajar con ellos un período corto de tiempo y tener estas nuevas influencias, más hacer ballet clásico, si eso es lo que hace la compañía. El contra es que a veces no puedes indagar en el trabajo si viene un coreógrafo de afuera, y eso es lo más que me gustaba. Me di cuenta que era mi momento favorito. Me gustaba hacer ballet clásico, pero prefería cuando venían coreógrafos de afuera, me escogían para el “cast” y trabajábamos una creación juntos. Muchas veces no hay suficiente tiempo para la investigación y el enfoque es más en producir. El trabajo a veces se queda en la superficie.

Cuando estás sólo con un coreógrafo, el contra es que no tienes influencias de otras mentes o personas creativas. Eso es una decisión bien importante si escoges una persona a quien te vas a dedicar, porque la vida de un bailarín es bien corta.

“Freelance” puede ser muy divertido porque puedes, idealmente, escoger con quién trabajas y tienes otro tipo de relación con los coreógrafos. Tuve una relación más cercana y relajada donde tal vez ellos podían intentar hacer cosas a las que no se atreverían en un ambiente de compañía donde están bajo otro tipo de presión. El contra es que tienes mucho estrés en cuanto a presupuesto, a veces tienes que buscar trabajo simplemente para sobrevivir. Tienes que tener ya contactos establecidos para ser “freelance”; eso fue lo que aprendí. La próxima vez que vuelva al “freelance”, me prepararé un año antes. Pero me gusta porque te sientes más como un ente independiente que crea su propio destino, aunque eso también puedes crearlo en una compañía, pero tiene que ser la compañía correcta y tienes que tener una dirección que te dé la libertad de ser tú y que muestre interés en tus opiniones.

P: ¿Qué aprendiste durante tu carrera en Puerto Rico que pudiste llevar a tu experiencia en el extranjero?

C:

Primero que todo, Puerto Rico no tiene nada que envidiarle Europa en términos de entrenamiento de baile y la calidad de los bailarines. El entrenamiento que tuve aquí, en ballet clásico, me sirvió para mucho. Aquí también tuve más experiencias. Normalmente, en las escuelas europeas, tú terminas y te gradúas a los 18 años, tal vez, y no has tenido tanta experiencia en el escenario. Yo empecé a los 16 años ya hacer pas de deux y participar en producciones de ballet clásico con Ballet Concierto. Cuando llegué a Alemania, ya tenía la experiencia en el escenario, no sólo la técnica. Porque a veces los bailarines están bien entrenados técnicamente pero entran al escenario y no saben cómo bregar.

Lo segundo que me llevé es que llegué a Múnich y veo este teatro en cual se nota que se ha invertido mucho dinero. En mi primera función hay una maquillista para mí, cuando estoy acostumbrada a hacerlo todo sola. En Puerto Rico, sólo teníamos cuatro pares de puntas, y cuidado, para cinco meses. Gracias a esa experiencia, tenía una mentalidad de ahorrar y estar agradecida por lo que tengo. Llego allí y tienes tantos beneficios y piensas que esto es la ley. Pienso que le ahorré muchas puntas a la Opera de Munich; yo tenía un locker completo de pares de puntas para mi nada más. Me traje la mentalidad de resolver y de no gastar de Puerto Rico. No hace falta tanto para producir arte.

Creo que los bailarines puertorriqueños tienen mucha fuerza de voluntad. Me llevé eso, la fuerza de voluntad.

P: ¿Cómo fue tú transición del clásico al contemporáneo?

C: Bien abrupta.

Fue yo llegar a una compañía, en Wiesbaden. Primero, era un grupo bien mezclado. Había gente de danza teatro que nunca habían hecho una clase de ballet en su vida y a mí me veían como la clásica. Y mientras estaba en el Bavarian State Ballet me veían como la que debía estar haciendo contemporáneo. Fue un período bien fuerte para mí, pero ahora que miro hacia atrás, fueron dos años muy importantes. Tuve que encontrar el “grounding” con mis piernas y encontrar cómo sentir el piso. Porque en el ballet estás empujando contra el piso para estar más cerca del cielo, mientras que en el contemporáneo tienes que sentir como toda tu espina dorsal se puede derretir en el suelo. Tener esa fuerza me costó mucho. Copié a muchos bailarines alrededor mío, pero estaba copiando lo que veía en el exterior por lo cual salía con dolores en el cuerpo.

No solamente fue un proceso físico de yo encontrar cómo me podía mover, sino que fue importante ver producciones porque habían muchas compañías en el área. Fueron dos años de ver muchas producciones. Vi Danza Teatro, Teatro, obras como Political Mother de Hofesh Schecter. Ves cosas que te dejan en shock o que tal vez consideras vulgares, pero sentía que se me abría la mente y ya no la podía cerrar. Aunque seguía aferrada al ballet, sentía cómo se iba abriendo mi perspectiva. Tenía un conflicto bien intenso, y cuando me dejé ir pude encontrar mi propio camino en esto. Igual, no me defino. No me considero una bailarina de danza contemporánea, porque tengo mis orígenes en el ballet. Todavía no me pongo un “label” como bailarina en términos de técnica.

P: ¿Qué consejo le darías a un bailarín que quiere mudarse de Puerto Rico para bailar profesionalmente?

C: Que empiece. Que no pare hasta que consiga un sitio que le dé una oportunidad. Lo que toma es una persona, una decisión, un lugar. Estaba a punto de rendirme antes de irme, también hay un aspecto económico. Si tienes el privilegio de salir y audicionar eso es un “plus”. Pero hay muchas formas de salir, puedes enviar vídeos, desarrollar contactos desde aquí. Desarrollar tu propio talento, eso es lo más que yo recomiendo. Trabajando fuerte y seguir intentando. Toma una persona que te dé una oportunidad, luego de ahí todo se sigue conectando y las oportunidades se van abriendo. Cuando llegue la oportunidad también hay que sentirse preparado. Si quieren venir a Europa que me llamen, yo los ayudo.

P: ¿Qué te mantiene motivada como bailarina?

(primero surgieron risas tras esta pregunta)

C:

Mantener la motivación a veces es difícil. Te voy a admitir eso. No significa que ames tu profesión menos o más, pero hay periodos que es más difícil. Ahora mismo estoy en un proceso de revaluación de dónde estoy, y a veces no encuentro la motivación. Otras veces surge, me despierto motivada. La motivación mía ahora mismo es encontrar nuevas partes de mi ser que puedo explorar. Mi búsqueda ahora mismo es cómo me puedo abrir más a mi propio yo. Por ejemplo, utilizar la voz. Me di cuenta que me costaba mucho abrir mi voz. Porque nuestro entrenamiento es callado, no podemos contestarle a los maestros, especialmente en el ballet. Me di cuenta cuando tuve que utilizar la voz para una pieza que tenía un problema de volumen. Podía hablar, obviamente, pero mi voz no salía con la potencia que puede salir. Eso es una de las cosas que yo creo que son importantes en el desarrollo personal, primero que todo, y en el desarrollo como bailarina. Estoy conectando esos dos desarrollos ahora mismo. Esa es mi motivación, encontrar cada día más apertura, más exploración y conocimiento sobre mí misma. Es un poco egoísta, pero a la misma vez es muy importante que nosotros nos conozcamos nosotros mismos para abrirnos a los demás y crear comunidad.

Donde siento que hay un bloqueo en mí, esa es mi motivación. Desbloquearlo y encontrar una forma nueva o caminos nuevos.

P: ¿Tienes algún ritual antes de entrar al escenario?

C: No. No tengo ningún ritual. Para cada show creo un ritual. Desarrollo uno en la semana de ensayos en el escenario. Por ejemplo hay un “performance” que trabajé con actores, en Medea este año y yo era la única bailarina. Mi ritual era meterme en un estudio con música a todo volumen media hora, en el intermedio, antes de mí solo e improvisar. Improvisar, improvisar a lo bestia. Y si hago ese show, hago eso. Pero para cada show hago algo diferente, a veces es relajarme y meditar, a veces es hacer una clase de ballet. Nunca prendo velas ni nada de eso.

P: ¿Qué extrañas de Puerto Rico?

C: Casi todo. El sol, la gente, mi familia. Mi familia, mi familia. Si, el estilo de vida de aquí, es bien diferente. La gente es mucho más relax. Las cosas ocurren espontáneamente, no hay que hacer muchos planes. Me hace mucha falta el viejo San Juan, me encantaría vivir en viejo San Juan o en Miramar y caminar a todos lados. Pero está bien claro que ahora mismo mi momento está allá y no se cuándo vaya a terminar. Llevo 10 años, todos los años digo, ya mismo me voy, pero todavía estoy ahí.